Mi experiencia en el viejo continente

Intercambio_galicia

  • “Si no persigues lo que quieres, nunca lo tendrás. Si no vas hacia delante, siempre estarás en el mismo lugar” Nora Roberts.
  • Vivir solo en otro país te hace valorar las cosas que dejas atrás y aprendes a sobrellevar las dificultades.

Cuando me comentaron sobre la posibilidad de realizar un intercambio académico en otro país lo primero que pude pensar fue en lo genial que sería vivir sola. Cinco meses enteros de no tener que pedir permisos para salir, conocer a gente nueva, hacer con mi tiempo lo que quisiera…. sonaba muy tentativo para alguien de 22 años, ¡que ingenua fui!, y no digo esto porque mis padres sean estrictos o porque sea introvertida, sino porque a  esta edad creo que la mayoría de nosotros añoramos la autonomía.

Comenzaré diciendo que el proceso para elegir universidades y tener el visto bueno de mi facultad fue algo largo y cansado. Tener que sentarte y ver cada una de las universidades con convenio bilateral es un trabajo arduo. Tal vez suene algo exagerado, pero realmente conozco de pies a cabeza las páginas de internet de las universidades que apliqué. Si estás pensando realizar un intercambio, te recomiendo que empieces con tiempo, porque es necesario que las clases que tomes sean muy parecidas a las que están en tu plan de estudio y que además se impartan en las fechas que estarás allá. No puedo quejarme tanto, recibí mucha ayuda de mi jefa de carrera, la verdad es que la hice sufrir mucho con los plazos de tiempo porque llegue a un punto en donde no estaba decidida si debía irme de intercambio o no.

Después de entregar mis papeles para el trámite, lo único que quedaba era esperar. En octubre me enteré que fui aceptada en la Universidad de Vigo -que para ser sinceros solo sabía que estaba en España y que hablaban otro idioma además del castellano-. Compre mi boleto de avión y en enero partí para Galicia, completamente sola y llena de nerviosismo por vivir una experiencia nueva.

Llegue a Vigo con dos maletas llenas y mucho cansancio después de un vuelo de 11 horas. La ciudad me recibió con lluvia y mucho frío, ese día recuerdo que fue el más difícil de todos, fue el momento cuando me di cuenta que estaba a casi 9 mil kilómetros de distancia de mi familia, amigos y de todas las cosas que conocía y que había decidido dejar. La tristeza duro poco, al día siguiente decidí presentarme en la universidad y pedir ayuda para encontrar un departamento en donde alojarme, gracias a esto me contactaron con los chicos de la ESN (Erasmus Student Network), ellos muy amablemente me acompañaron para ver pisos con un grupo de estudiantes que también estaban en la misma situación que yo. Nunca creí que ese grupo de personas pasarían a ser los amigos más importantes de mi intercambio y de mi vida.

Después de que me instalé en la ciudad, era tiempo de ir a la universidad y tomar las asignaturas que había decidido llevar ese semestre, al final tuve que tomar dos clases por internet a través de la plataforma de la ULSA ya que el horario de las clases se empalmaba y pedí ayuda a mi jefa de carrera para hacer unos ajustes a mi acta de equivalencia.

Los primeros días fueron de nerviosismo, con muchas personas que no conocía y casi no entendía porque la mayoría hablaba gallego, una mezcla de castellano y portugués. Me arme de valor y hable con la primera persona que se me cruzó en el camino y fue una experiencia muy vergonzosa porque es algo que no estoy muy acostumbrada a hacer, naturalmente conozco personas a través de conocidos que me las presentan, no porque yo entable conversación con personas al azar. Fue ahí donde me di cuenta que cuando sales de tu zona de confort y te armas de valor, terminas haciendo cosas que antes no se te hubieran cruzado por la mente.

Pasaron los meses y la vida se tornó más cotidiana, ir a la escuela se sentía cada vez más normal. Las clases tenían el mismo nivel que aquí en México y los profesores eran muy amables con las dudas que podían surgir. Recuerdo que a todos mis compañeros y maestros les llamaba la atención mi acento, cada vez que tenía que participar en clase o exponer, todos mis compañeros guardaban silencio para escuchar el acento mexicano que yo tan orgullosamente mostraba. Además mis amigas gallegas siempre preguntaban por las diferencias más notables que había entre España y México.

Mi experiencia no se cierra solo en la universidad. Cuando salía de clases convivía con mis amigos de otros países o aprovechaba para irme de viaje. Al no tener a mis padres cerca, aprendí a lavar, cocinar, hacer pagos, etc. Valoré mucho más el vivir con mis padres, hubo un punto en el que añoraba regresar a México y ser cuidada por ellos porque nunca me había imaginado lo complicado que puede llegar a ser el no tener errores importantes, como perder el pasaporte o que te roben alguna pertenencia.

Las experiencias que tuve en mi intercambio no siempre fueron buenas, como todo tuve problemas para adaptarme y vivir sola me abrumaba, pero si me preguntan si volvería a hacer un intercambio, respondería que sí sin pensarlo dos veces.

Creo que los errores y el cómo decidimos resolverlos es lo que nos diferencia unos de otros, nos muestra nuestra verdadera personalidad, y es por esta razón que cuando regresé de mi intercambio me sentía feliz. No solo sobreviví un semestre lejos de mi familia, sino que también me conocía un poco más y ahora sé de lo que soy capaz.

Si estás pensando en irte de intercambio, hacer un verano de investigación o simplemente ir a un curso en otra ciudad, te recomiendo que lo hagas solo, sin amigos ni conocidos que puedan apoyarte. Sé que da miedo al principio, pero cuando estas en esa situación aprendes mucho más, porque no hay nadie que pueda solucionar tus problemas más que tú mismo, y te prometo que valdrá la pena.

María del Mar Malo Nuño

9° Semestre Ingeniería Química